domingo, 27 de diciembre de 2015

Friyito.

Siempre me ha tocado dormir en habitaciones con humores climáticos bien caprichosos (bien tremendos).

En la casa que pasé mi niñez, hasta los 13 años dormía cómodamente en un cuarto con mis 2 hermanos, era un cuarto grande, eran 2 camas matrimoniales y sobraba campo para la tele, closet y una cómoda, un día, impulsado por la llegada de la pubertad y la necesidad de mi propio espacio, decidí habilitar la recámara del fondo, esa a la que se le acabó el presupuesto y quedó en el olvido, la que no tenía vidrios en las ventanas, que tenía su baño propio mas no tenía puerta pero si un hoyo para que se pudiera colocar eventualmente una ventana.

En mi brllantez, pero más en mi pobreza, le puse a las ventanas un hule grueso transparente que compré con mis "mesada" en la Parisina, en la puerta del baño sin terminar puse un gran pedazo de hielo seco que no recuerdo de donde saqué. Estas adecuaciones eran un cocktel perfecto para que se metieran chiflones a la menor provocación, en tiempo de calor parecía estar dentro de una bolsa de ley amarrada.

Mientras no hacía ni frío ni calor, esa habitación era soñada para mi, al anochecer, por las grandes ventanas entraba la luz de la luna como si se tratara de un proyector de teatro, podía salir al patio directamente, ahí había una hamaca entre 2 árboles frondosos, una pinguica y una benjamina ya grandecita, me resultaba extasiante salir y recostarme ahí cuando hacía viento y olía a tierra mojada, más aún cuando llegaba a lloviznar, ni se diga de la lluvia, ponía mi preciado walkman sony bajo mi camiseta para que no se fuera a dañar, sabía donde estaba cada botón sin mirar, presionaba Play y me iba, casi siempre con Radiohead, no recuerdo de dónde saqué un cassete grabado del Ok computer. También escuchaba muchas cosas que no sabía si me gustaban, más bien, que creía me debían de gustar porque a los demás pubertos les gustaban.

Bueno, el punto es que en tiempo de frío en ese cuarto tenía que meterme bajo varias cobijas y al asomar la cabeza fuera de ellas por las mañanas, era como si te impactaran el rostro con un bisteck congelado.

En la otra casa donde viví después, mi cama estaba pegada a la ventana y los muros no tenían aislante térmico, lo que se traduce en "más frío adentro que afuera en tiempo de frío, chingo de calor en el verano".

En agosto pasado me mudé a esta casa que aparentemente lo tenía todo: amplia, un buen patio y amplio frente para que corra mi perro, no hay vecinos escandalosos, tiene un gran árbol al frente ... el detalle es que empezó el friyito y pues me siento como cuando era un puberto.





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